“ARICA” — Comentario de CINE

Un documental que denuncia la contaminación en “la ciudad de la eterna primavera”, que ha sido posible por la colusión de los gobiernos de Chile y el poder de una multinacional. Se puede ver en:
https://festival.aricadoc.cl/film/arica/

Por José Blanco Jiménez
(JOBLAR)

Miembro del Círculo de Críticos de Arte de Chile
 

Al comienzo de La República, de Platón, Trasímaco sostiene que la justicia es la utilidad del más fuerte. Sócrates trata de demostrar lo contrario en diez libros y lo consigue desde el punto de vista dialéctico. Han pasado casi 25 siglos y Trasímaco sigue teniendo razón. Y ya no se trata sólo de la fortaleza muscular (como era en su época), sino de la del dinero y del control de la economía.

Lars Edman, un joven nacido en Chile y criado en Suecia, realizó —junto al sueco William Johansson Kalén— el documental Toxic Playground (2006), que produjo revuelo y dio origen a un juicio que es el que muestra precisamente este documental, realizado con mucha sobriedad y equilibrio.

Tal vez todos los chilenos no lo sepan, pero la empresa sueca Boliden arrojó 20 mil toneladas de desechos industriales, contaminados con trióxido de arsénico, en un barrio periférico de Arica. Todo con el beneplácito de las autoridades y un acuerdo con la empresa Promel, que debía neutralizar sus efectos.

Las películas estadounidenses nos han acostumbrado a creer que los que no pertenecen a la Unión son todos malos (y la base de sus películas ha sido siempre el enemigo de turno), pero aquí se ve que no todos los suecos son malos. De hecho, son juristas y especialistas suecos los que llevan adelante la acción legal. El único chileno es un poblador representante de 796 víctimas de la contaminación.

El Estado de la República de Chile brilla por su ausencia: según parece, venir a contaminar el territorio del país no es un problema estatal, sino de empresas privadas.

El film es de una belleza fotográfica incomparable (sobre todo en las tomas nocturnas) y describe muy claramente el paisaje desértico que determina la vida de las personas, con los niños que crecen jugando con la tierra contaminada.

Se ve también, entre otros testimonios, a una muchachita que le aparecieron varios pezones y hubo que extirpárselos. Y es posible seguir la vida de una jovencita, Jocelyn Tudesca, que ahora es madre de tres hijos y quien creció entre esa basura.

El juicio es seguido “en la medida de lo posible”, puesto que se desarrolla en inglés y en sueco, no están permitidas las cámaras y sólo se puede registrar el audio. Pero igual se asiste a la farsa de todas estas acciones que parten de “la presunción de la inocencia”: el arsénico no fue introducido por “el material con valor negativo” (así se le dice ahora), sino que es culpa del pescado y del cochachuyo que los ariqueños comen. Pero resulta que, como no lo comen porque es muy caro,  la culpa hay que darla a otras circunstancias. Finalmente, ante la evidencia, otra carta bajo la manga: el porcentaje en gramos de arsénico en la orina —según la ley sueca— no es cancerígeno.

Spoiler o no, no se trata aquí de una película de suspenso de la que no se puede contar lo que ocurre. Son hechos conocidos, aunque parece que al gobierno de Chile no le ha interesado mayormente. En la apelación se reconoció un dictamen de la Corte Suprema acerca del porcentaje cancerígeno, pero… ¡el delito ya está prescrito! O sea que, los tan cacareados Derechos Humanos siguen siendo un chiste.

El capítulo no está cerrado, porque quedan pendientes las costas del procedimiento judicial, pero mientras tanto las víctimas siguen sufriendo.

El despertar del diablo (de Alexandre Aja, 2006, remake de The Hills Have Eyes, de Wes Craven, 1977) es una película acerca de mutantes producidos por desechos radioactivos. Aterroriza y se acepta como una ficción. Pero aquí no es una ficción la entrevista a la dueña de casa que relata cómo sus vecinos han ido muriendo, uno tras otro, por diferentes tipos de cáncer.

Hubo una película que vi con los otros críticos a comienzos del año 2020 y que después no se estrenó debido a la pandemia: El precio de la verdad (Dark Waters, de Todd Haynes, 2019), que trata de un abogado al que aplastaron los que querían ocultar los daños que causaba la contaminación y que me hizo recordar el drama Un enemigo del pueblo (de Henrik Ibsen, 1882) en el que la verdad de un médico se estrella contra los intereses creados. Nada ha cambiado, por lo tanto.

Al comienzo del film Arica, la cámara muestra desde lo alto la panorámica de una ciudad y lo es: se trata de una necrópolis. Es el cementerio donde yacen las víctimas del desastre ecológico, mudos testigos de la injusticia.

Sólo el remolino que hace rotar el viento deja una esperanza en una vida mejor.

(Arica. Suecia / Chile / Bélgica / Noruega / Gran Bretaña, 2020).

 

TRAILER DEL FILM:
“ARICA”

PRODUCCIÓN:
AricaDoc
Cine Documental

 

 

 

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