“LOS AÑOS MÁS BELLOS DE UNA VIDA” — JOBLAR COMENTA ESTRENOS DE CINE

Película geriátrica y edulcorada al máximo para nostálgicos. En todo caso, la considero una clave para entender el alcance del sentimiento amoroso y la manipulación que Lelouch ha hecho de los espectadores en más de medio siglo…

Por José Blanco Jiménez
(JOBLAR)

Miembro del Círculo de Críticos de Arte de Chile

 

Tenía alrededor de 20 años cuando vi Un hombre y una mujer (Un homme et une femme, 1966), de Claude Lelouch y exactamente dos décadas más tarde su continuación: Un hombre y una mujer 20 años después (Un homme et une femme, 20 ans déjà, 1986).

La película original fue un gran éxito de taquilla. En un momento de agitación social en todo el Occidente (en Chile estaba en su apogeo la Reforma Universitaria), fue una inyección de romanticismo como no se habría de ver hasta Love Story (de Arthur Hiller, 1970), también con la música de François Lai.

Su trama era sencilla: un viudo y una viuda relativamente jóvenes se conocían y se enamoraban, teniendo como “trait d’union” a sus respectivos hijito e hijita, que estaban en el mismo colegio. A pesar de las reticencias que ella tenía de abandonar el recuerdo de su marido, terminaban juntos. O, por lo menos, eso creía el espectador, siguiendo el manido explicit: “Y vivieron felices para siempre”.

Cuando en 1986 Lelouch estrenó Un hombre y una mujer 20 años después (Un homme et un femme: vingt déjà), el espectador descubrió la verdad: Jean-Louis Duroc estaba como director deportivo de la Lancia  y Anne Gauthier se había casado con un productor cinematográfico. Sin embargo, volvían a reunirse y Lelouch de nuevo “engañó” al público, porque en la tercera parte se ven nuevamente separados.

Creo que es necesario recordar que el director juntó a dos actores disímiles. Jean-Louis Trintignant (11 de diciembre de 1930), había tenido roles en no grandes películas, pero sí taquilleras: Y Dios creó a la mujer (Et Dieu… créa la femme, de Roger Vadim, con Brigitte Bardot, 1956), Verano violento (Estate violenta, de Valerio Zurlini, con Eleonora Rossi Drago, 1959), e Il sorpasso (de Dino Risi, con Vittorio Gassman, 1962), entre muchas otras.

La actriz judía francesa Anouk Aimée (27 de abril de 1932, su verdadero nombre es Nicole Françoise Florence Dreyfus) había tenido roles pequeños, como en Las estaciones de nuestro amor (Le stagioni del nostro amore, de Florestano Vancini, 1966) y sus mejores prestaciones fueron y serán como una de las coprotagonistas de La dolce vita (1962), y en Ocho y medio (Otto e mezzo, 1963), ambas de Federico Fellini.

Después se eclipsó, mientras que Trintignant fue dirigido por Costa-Gavras (Z, 1969), Bernardo Bertolucci (El conformista, 1970), Helvio Soto (Llueve sobre Santiago, 1975), André Techiné (Rendez-vous, 1985) y Krzysztof Kieslowski ( Trois Couleurs: Rouge, 1994). Pero —sobre todo—, se hizo notar hace poco con Amour (de Michael Haneke, 2019), junto a Emmanuelle Riva.

En Los años más bellos de una vida, que podría llamarse Un hombre y una mujer: Tercera Parte,  es Anne la que explica por qué no siguieron juntos: “Era demasiado bello, perfecto: me asustaba un poco”.

Ahora, Jean-Louis está en una “casa de reposo” y su hijo (el mismo Antoine Sire, de hace 53 años), busca a Anne y redescubre también a su amiguita de la infancia (la misma Souad Amidou de la primera película). Pide al antiguo amor del padre (que no la ha olvidado) que lo visite con la esperanza de ayudarlo a mejorar su condición mental.

Y se produce el reencuentro, que es ambiguo por voluntad de Lelouch. En efecto, el astuto viejo habla de su antiguo amor y acepta que “la nueva” del recinto se parece a esa mujer que amó. Además, sueña con que escapan en citroneta con resultados al estilo película de Buñuel y comparte sus recuerdos con secuencias completas en blanco y negro del film original.

Una frase de Victor Hugo resume la ideología (y el título) de este nuevo cuento de hadas: “Los mejores años de una vida son los que todavía faltan por vivir”.

Y el astuto vejete aparece como lo que siempre fue: un ególatra seductor. Pronuncia una frase muy decidora: “Es más fácil seducir mil mujeres que seducir mil veces a la misma”.

Recuerda que era un hombre hermoso y que tuvo todas las hermosas mujeres que quiso, sobre todo por ser un corredor automovilístico exitoso. Ahora le resulta claro que, en esa casa, “no se vive sino que sólo se espera morir”. Pero ello no obsta para que “acose” a la doctora y a las enfermeras recitando poesías desde su silla de ruedas. Aparentemente, no recuerda nada de la habitación número 26 del hotel de Normandía.

Pero esto no termina aquí. Ahora son los hijos que —con matrimonios fracasados a cuestas—, están juntos en la playa, mientras dos perros ejecutan su juego de seducción.

Con su película número 49, Lelouch nos comunica que la vida es así: la felicidad existe, pero no es permanente, sino fugaz como es precisamente la vida.

(“Les plus belles années d’une vie”. Francia, 2019)

 TRAILER DEL FILM

“LOS AÑOS MÁS BELLOS DE UNA VIDA”

 PRODUCCIÓN:
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