Lydia Tár nunca existió, pero —en esta película—, vive con más intensidad que una real directora de orquesta sinfónica del siglo XX. La interpretación de Cate Blanchett es extraordinaria y deja un sabor agridulce acerca del talento, la ambición y la diversidad…
Por José Blanco Jiménez
(JOBLAR)
Círculo de Críticos de Arte de Chile
La historia de Lydia Tár tiene todos los ingredientes necesarios para que sea real una historia ficticia. Y en ello colabora, indudablemente, la extraordinaria interpretación de Cate Blanchett.
La primera parte de la película es una clase magistral acerca de cómo se debe comportar la directora de una orquesta sinfónica mientras prepara la ejecución y grabación de la Sinfonía Nº 5 de Gustav Mahler.
Teniendo a su cargo la Berliner Philharmoniker, nada puede ser dejado al azar: cada línea de la partitura es un mensaje que debe ser descifrado.
Todo empieza con una entrevista en una sala repleta de público, que informa acerca de la formación y posición actual de Lydia Tár con una descripción de todas sus actividades e intereses financieros que la circundan. Y por ahí surgen unos pocos segundos dedicados a Plácido Domingo, que son una clara señal para el espectador.
Porque, poco a poco, empieza a construirse una historia paralela, que el espectador va conociendo a través de los personajes que surgen (la primera violinista, que es su pareja; la secretaria personal, que transparenta un claro interés lésbico; la actitud de las personas que la rodean), y del material que se ofrece a través de computadoras y celulares. Hay más de una historia turbia, pero sobre todo la de una cierta Krysta, que termina suicida y que —al parecer—, sufrió el acoso de Lydia.
Porque hay muchas situaciones que no se expresan, pero se perciben. Ese éxito musical no es falso, pero se ha formado también con el abuso de poder, como se ve claramente en una lección en la que la protagonista maltrata verbalmente a un alumno.
Ser famosa tiene un precio: la envidia de los demás, que están esperando el momento para dar el zarpazo, como su colega judío (interpretado por un Mark Strong con peluca), deseoso de ocupar su puesto. Y una persona famosa está siempre en la mira. Ya no es delito social ser homosexual; al contrario, los medios de comunicación se ensañan con los heterosexuales. Pero sí es delito el acoso y la protagonista, asediada por sus enemigos y por sí misma, es capaz de oír voces con su oído privilegiado o un metrónomo que suena en la noche dentro de un armario.
La misteriosa violoncelista rusa, que se transforma en su nuevo interés erótico-musical, tiene una doble vida que no logrará desvelar.
No agrego más. Hay que verla y pienso que, difícilmente, se podrá asistir nuevamente a un concierto sin pensar en todo el trabajo que existe detrás de la ejecución de una obra musical.
(“Tár”. USA, 2022)
TRAILER DEL FILM:
“TAR”
PRODUCCIÓN:
Universal Picture
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