“LA BALLENA” — JOBLAR COMENTA ESTRENOS DE CINE

Película que atrapa con su claustrofóbica presentación teatral, su formato reducido y la soberbia actuación de Brendan Fraser. ¡Excelente! Se está proyectando desde hace algún tiempo, pero había un embargo de la distribuidora hasta el momento de su estreno oficial…

 Por José Blanco Jiménez
(JOBLAR)

Círculo de Críticos de Arte de Chile

Esta película, que llega acompañada de una intensa crónica informativa, resulta de la simbiosis de dos protagonistas del cine actual: Darren Aronovsky y Brendan Fraser.

Empiezo por el director judío-polaco (Brooklyn, 1969), especialista en presentar personajes atormentados por sus destinos y sus obsesiones: Pi (Pi: el orden del caos, 1997, un matemático paranoico que se sirve de la cábala para descifrar el caos del mercado bursátil);  Requiem por un sueño (Requiem for a Dream, 2000, una mujer adicta a las anfetaminas por su obsesión de bajar de peso); El luchador (The Wrestler, 2008, en parte autobiografía del actor Mickey Rourke); El cisne negro (Black Swan, 2010, una bailarina de ballet que sufre de esquizofrenia); Noé (Noah, 2014, un patriarca predestinado para salvar a la Humanidad); Madre (Mother!, 2017, una perversa alegoría de la Historia según la Biblia).

Fraser, en cambio, es canadiense nacido en Indianápolis (Indiana, 1968) y se dio a conocer con películas simpáticas como El hombre de California (Encino Man, 1992), George de la jungla (George of the Jungle, 1997) y —sobre todo—, con su personaje Rick O’Connell de la serie de La Momia (The Mummy, 1999), El regreso de la Momia (The Mummy Returns, 2001) y La Momia: La tumba del emperador Dragón (The Mummy: Tomb of the Dragon Emperor, 2008).

Vendió muy bien su imagen de nerd bonachón e ingenuo, protagonizando otras 60 películas por lo menos.

Y el resultado del encuentro de estos dos consagrados es, sin duda, satisfactorio.

Se trata de un drama que mantiene toda su estructura teatral (su autor Samuel D. Hunter colaboró en la adaptación), que me recordó Sabor a miel (A Taste of Honey, de Shelagh Delaney), montado en 1963 por el Grupo ICTUS, bajo la dirección de Charles Elsseser.

En efecto, Aronovsky se sirve del formato 4:3 (el de Sergei Eisenstein y Charles Chaplin, pero usado también por Xavier Dolan en su Mommy de 2013), todo ocurre prácticamente en un solo set y los personajes secundarios entran y salen de la escena con el clásico ritmo de la vieja escuela. Claustrofobia total para tiempos de pandemia realmente en curso.

La primera escena es ya impactante con un panel de 15 conexiones online, de las cuales la central tiene apagado el video. Pertenece a Charlie, un profesor de redacción que, con su 1,91 m de estatura y sus más 250 kilos, parece un verdadero monstruo encerrado en su antro. Vive en la soledad de Moby Dick, a la que se alude en más de una oportunidad con la lectura de una composición de su hija a quien no ve desde que se separó de su madre. Ése fue el momento en que cambió su vida, porque las abandonó al enamorarse de un alumno y —al suicidio de éste—, cayó en un estado de bulimia incontrolable: en un momento lo vemos comer pizza como si fuera un animal.

Interrumpen su soledad el joven promotor de una religión de la que no resulta muy convencido, su hija a la que vuelve a ver y su esposa con la que no se reconciliará jamás. La única compañía recurrente es su enfermera, que resulta ser la hermana de su amante desaparecido. Para todo repite “¡Lo siento!” y advierte que su final se acerca.

Ciertamente, todos los seres vivientes tienen que morir, pero él espera redimirse, aunque sea con una sola acción acertada, esto es asegurar el futuro económico de su hija.

Su redención tendrá transfiguración marcadamente bíblica y la semana transcurrida equivale a la pasión, muerte y gloria de un Cristo, ungido por las circunstancias y por sus decisiones equivocadas. Sin embargo, no es el único que ha hecho de su libertad una ocasión para vivir según  la carne: pienso que todos los espectadores y las espectadoras tendrán un momento para pensarlo.

Según algunos intérpretes, la ballena blanca de Herman Melville representaría el Mal, pero también un Dios poderoso que el hombre trata de destruir sin conseguirlo jamás. De hecho, el capitán Achab lleva autodestructivamente a su tripulación hasta la muerte y —al igual que en el libro de Job—, sólo quedará un tripulante para contarlo: Ismael (“al que Dios ha oído”).

Me parece que, más que el Mal en sí, el gigantesco mamífero representa el Absoluto que el hombre persigue y no podrá conocer jamás.

Del mismo modo, prisionero dentro del cuerpo que él mismo deformó, Charlie cree comprender cómo llegó hasta ese punto de su existencia, pero que también se ha equivocado en todo. ¿O no es necesariamente así? ¿No fue acaso el precio de su presunta libertad

(The Whale. USA, 2022) 

TRAILER DEL FILM:
“LA BALLENA”

 PRODUCCIÓN
SensaCine TRAILERS

 

 

 

 

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