“LOS ASESINOS DE LA LUNA” — JOBLAR COMENTA ESTRENOS DE CINE

Scorsese insiste en un discurso político, que no expresa con palabras, sino con hechos: Estados Unidos representa la peor transubstantación del lado obscuro del ser humano y la codicia genera la criminalidad…

Por José Blanco Jiménez
(JOBLAR)

Círculo de Críticos de Arte de Chile

Martin Scorsese es un clásico y, como tal, sus obras hay que verlas más que contar su argumento. De sus más o menos 70 películas se puede obtener un común denominador: la codicia humana lleva a la criminalidad y es difícil substraerse a sus cantos de sirena que llevan, necesariamente, a la perdición. Un corolario es que el ser humano es débil y que tiende a dejarse llevar por la tentación de aquello que —aparentemente, aparece como ineluctable. Y de esto último no habría estado exento ni siquiera Jesús Cristo (La última tentación de Cristo / The Last Temptation of Christ, 1988). 

Los hechos que relata son históricos (al punto que presentan la instalación del Bureau of Investigation, futuro Federal Bureau of Investigation aka FBI) y tienen que ver con el solapado exterminio de la Nación Osage, que se hizo millonaria con el descubrimiento de petróleo en los terrenos de Oklahoma que los blancos los habían relegado.

El paisaje y la ambientación me recordaron Gigante (Giant, de George Stevens, 1956), aunque ahí los discriminados eran los mexicanos.

Basado en la novela de David Grann, la cinta coloca como protagonista a Ernest Burkhart (Leonardo DiCaprio), cuyo nombre es una transparente referencia a La importancia de llamarse Ernesto, escrita por Oscar Wilde en 1895 y cuyo verdadero título es The Importance of Being Earnest, o sea La importancia de ser honesto.

Héroe de la Gran Guerra, como cocinero de la Infantería, es un tipo rudo y amigo del dinero fácil, pero también ingenuo en su falta de educación.

Pero el verdadero Eje del Mal es su tío William Hale (Robert DeNiro), un viejo judío con grado 32 de la Masonería, que ha creado y sigue creando las condiciones para arrebatar a los aborígenes todas sus riquezas. Sus métodos incluyen el asesinato, los matrimonios de conveniencia, la esclavitud a través del alcoholismo y de las deudas. No está de acuerdo con la actuación del Ku Klux Klan, porque prefiere actuar de manera socarrona, fingiendo ser un benefactor y controlando la “justicia” y la administración pública.

O sea, se trata de un western, pero como los hechos ocurren en 1920, ya se usa el automóvil y las armas de fuego más eficientes. Los cowboys han dado el paso a los gangsters y el proceso capitalista norteamericano se está afianzando sólidamente.

Sé que se trata de un discurso político y es precisamente lo que me parece obvio que Scorsese ha querido llevar a cabo en su ya larga carrera.

Los “pioneros” representan el pecado original de los Estados Unidos: la avidez y la prepotencia, que se absuelve sobre la base de mentiras y que se sirve de una serie de desesperados que están listos para cometer homicidios, hurtos y robos con violencia, sabiendo que la ley no va a intervenir, porque “matar a un pielroja no es delito”.

No es más que la ideología que exalta la conquista como una epopeya: es el caso de Silencio (Silence, 2016), que denuncia la aculturización con el aniquilamiento provocado por la “civilización” conquistadora. O el cinismo delincuencial de Sam “Ace” Rothstein en Casino (1995), que institucionaliza la avidez a través de los juegos de azar; conjugando la ideología del “self-made-man” de Taxi driver (1976) y de Toro salvaje (Raging Bull, 1980), con la organización mafiosa y sus códigos éticos en Buenos muchachos (Goodfellas, 1999) o El irlandés (The Irishman, 2019).

Se empieza con “pequeños” crímenes y se llega a las altas finanzas con El lobo de Wall Street (The Wolf of Wall Street, 2013). Porque todo se racionaliza bajo el rótulo de “negocios”, que sacan a relucir el lado obscuro del ser humano. Y todo ello tiene el patrocinio de un sistema de poder que se entroniza como el único justo y que autolegitima con la impunidad que le brindan doctrinas del tipo “para los indios el tiempo ya pasó”.

Entre tanta figura negativa, refulge la de Mollie (Lily Gladstone, actriz con ascendencia Pies Negros y Nez Percé), la suave esposa de Ernest, que la ama a pesar de que es manipulado para que pierda la vida con un tratamiento contra la diabetes, montado por su tío y los dos médicos corruptos del pueblo.

Con un digno estoicismo, ve morir asesinadas a sus hermanas y a muchos más. Las investigaciones no llegan a nada, los expedientes se pierden, las pruebas se destruyen. Logra ir a Washington y la escuchan, pero no porque sea una ciudadana que pide justicia, sino porque porta 25.000 dólares de la comunidad.

A este punto, el relato está más o menos en la mitad y —por lo menos a mí— su larga duración (tres horas y media) me agotó. Está claro que Scorsese lo hizo a propósito y para ello contó con un equipo eficiente de muchos años: Rodrigo Prieto en la fotografía, Thelma Schoonmaker en el montaje y Robbie Robertson en la música (que incorporó las sonoridades indoamericanas y falleció el 9 de agosto de 2023).

Tengo que detenerme aquí. Sin embargo, quiero insistir en un hecho que me parece importantísimo. Di Caprio y De Niro son dos buenos intérpretes, pero no necesariamente dos buenos actores. Es decir, interpreta bien sus personajes, pero no son ellos. En el caso de DeNiro está encasillado como maleante (recuerdo el sobreactuado Max Cody de Cabo de miedo / Cape Fear, 1991, y para interpretar a un judío se vale de su ascendencia, que se transmite por vía materna: su madre fue la pintora Virginia Admiral, cuya madre tenía el apellido Graman de soltera.

Creo que su personaje del “King” Hale está más diseñado por el guionista que por él y —para mi gusto—, queda lejos del Noah Cross de John  Huston en el Chinatown de Roman Polanski (1974).

Por último, Bredan Fraser realiza un cameo con su actual look de ballenato ganador de un Oscar.

Spoiler o no, la película finaliza con un espléndido radioteatro que se lleva a efecto en un antiguo auditórium. El último en participar y cerrar el libreto es el mismísimo Martin Scorsese, que tal vez así —a sus 80 años—, ha querido rendirse un homenaje o despedirse.

(Killers of the Flower Moon. USA, 2023) 

TRAILER DEL FILM:
“LOS ASESINOS DE LA LUNA”
 

 PRODUCCIÓN:
Paramount Pictures Spain

 

 

 

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