Un reboot del clásico del terror japonés, que resulta tan válido para el que ya lo conoce como para el que se acerca a la temática por primera vez. Su mitopoiesis es transparente como un radiante día pleno de esperanza…

 Por José Blanco Jiménez
(JOBLAR)

Círculo de Críticos de Arte de Chile
 

Cuando se estrenó la primera versión de Gojira, dirigido por Ishirô Honda en 1954, no todos entendieron el mensaje subyacente.

Ese dinosaurio mutante, cuyo nombre habría de ser transliterado a Godzilla, representaba la amenaza nuclear, que se había hecho presente el 6 de junio de 1945 en Hiroshima, y tres días más tarde en Nagazaki.

Y esa explicación tendría dos caras: por un lado, la bomba destructiva y; por otro, la advertencia del riesgo de una guerra nuclear entre las nuevas dos superpotencias.

El crítico judío estadounidense, Owen Glieberman, llegó a escribir: “Godzilla es el símbolo pop más magnífico del apocalipsis nuclear, pero también el espíritu primordial de la agresividad japonesa que se ha dado vuelta contra sí misma”.

La película fue manipulada en Estados Unidos, dando origen a Godzilla: Rey de los Monstruos (Godzilla: King of the Monsters, 1956), con la inserción de Raymond Burr, “Perry Mason” y “Ironside” de la televisión estadounidense. En ella, la culpa la tenían las pruebas nucleares francesas.

También hicieron su propio intento con El monstruo submarino (Behemoth the Sea Monster, del ruso radicado en Estados Unidos, Eugène Lourié, 1959).

Más adelante, el monstruo se transformó en defensor de Japón contra el ataque de otros monstruos, incluso interplanetarios. En total han sido más de 30 películas japonesas y 4 estadounidenses (1998, 2014, 2019 y 2021).

¿Se justifica este reboot?

Creo sinceramente que sí, puesto que rechaza la antropomorfización del monstruo y humaniza a los héroes, que no son tales, sino personas temerosas, pero valientes.

Koichi Shikishima es un piloto kamikaze que, por un desperfecto técnico, debe aterrizar en la Isla Odo donde —junto con los mecánicos de la precaria base—, es atacado por una criatura misteriosa e invulnerable: Godzilla. Sobrevive con Sosaku Tachibana, el jefe del grupo y puede volver a su casa en Tokio, donde sólo encuentra ruinas y acoge a Noriko, una vagabunda, que lleva consigo a Akiko, una bebé huérfana.

Además de la afrenta de la derrota, Shikishima carga con el rótulo de cobarde, porque no cumplió con su deber de piloto suicida y habría debido someterse a un harakiri. En otras palabras, es un condenado a vivir y encuentra trabajo bien pagado en un dragaminas. Pero allí es donde reaparece Godzilla, que ahora tiene una estatura gigante debido a las radiaciones atómicas de la Operación Crossroads en el atolón de Bikini.

Por fin se comprende la mitopoiesis (esto es, la estructura de un género narrativo con mitología propia), de Godzilla, cuyo origen las potencias atómicas se han achacado tirándose el bulto entre ellas. Es más que un kaiju (relato de monstruos y criaturas fantásticas): es una admonición contra el militarismo desenfrenado, contra las responsabilidades éticas y morales de la ciencia que se vendió a los intereses políticos, contra el reparto de los recursos humanos y naturales por parte de las grandes potencias.

Takashi Yamazaki deja en claro que las urgencias de los años ‘50 han recrudecido en el siglo XXI. Los jóvenes que comen cabritas y beben gaseosas en la sala de cine pueden contemplar en el televisor de sus hogares el genocidio que Israel está cometiendo en los territorios palestinos ocupados o cómo los intereses militares están destruyendo Ucrania.

¡Ése también es Godzilla!

Y para los que tienen un cierto manejo de la Biblia, la figura del monstruo que sale del mar en el Apocalipsis resulta extraordinariamente evidente.

La esperanza es que se salvarán los puros de corazón.

¡Bienvenido este reboot de un clásico que, por fin, puede ser visto no sólo como cine fantástico!

(Godzilla Minus One. Japón, 2023)

 TRAILER DEL FILM:
“GODZILLA MINUS ONE”

 PRODUCCIÓN:
CINECONECTA

 

 

 

 

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